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Arte y Cultura

Pedro Suñer: "Perico", el soñador

Especial Semanal QUEDARNOS EN CASA / Museo Histórico Regional “Fray José María Bottaro”

Podríamos comenzar este relato diciendo que Pedro, ante todo, fue un soñador. Y fueron sus sueños el mejor legado que dejó a nuestra ciudad. Algunos pudo concretar durante su fructuosa vida, y otros aún resuenan inquietos en el murmullo de las esquinas.

Fue hijo de la inmigración mallorquina, que hizo de San Pedro una tierra con sabor a ensaimada. Por su casa familiar pasaba casi todo el pueblo que, entusiasta, se inmortalizaba en las fotografías de la Casa Suñer. Su padre ya había comenzado el oficio en aquel lejano pueblo de Felanitx, en el que había nacido su hermana Margarita.

Dicen que de pequeño era inquieto y de joven algo travieso. Seguro de su vocación, y residiendo en España, decidió formarse en las artes recibiéndose de bachiller en Barcelona. Seguramente la grandiosidad y originalidad de las obras de Gaudí anidaron en su incipiente espíritu creativo.

De regreso a tierra argentina desarrolló una extensísima labor artística, educativa y de gestión cultural.  En la ciudad de La Plata profundizó su formación obteniendo el título de profesor en dibujo y pintura. Recorrió con sus obras salones de Chile, Santa Fe y Rosario, entre otras locaciones, recibiendo premios y distinciones. Además, contribuyó al desarrollo artístico de muchos niños y jóvenes que, animados por la personalidad del Maestro, concurrían a sus magistrales clases, como las que gratuitamente dispensaba en nuestra Biblioteca Popular “Rafael Obligado”.

Ocupó el cargo de Regente de Extensión Universitaria en la Universidad de La Plata y el de Asesor de Artes Plásticas de la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Revolución de Mayo. También logró un destaque internacional actuando como secretario de la Muestra de Arte Moderno Internacional.

Ya siendo un hombre maduro en la vida y cultivado en el arte retorna a San Pedro  para comenzar a concretar algunos de sus sueños más profundos. En una distinguida casona de la calle Pellegrini fundó en el año 1973 la Galería de Arte Biguá, la que más tarde se convirtió, con colaboración municipal, en el primer Centro Cultural de la ciudad.

Son aún hoy recordados los acontecimientos que allí se celebraron, convirtiendo a San Pedro en un puerto de desembarque para los referentes nacionales e internacionales de la plástica, la pintura, la escultura y las letras. Aquellas jornadas, acompañadas siempre de exquisita música y sabrosos vernissages, marcaron un nuevo pulso para la actividad artística y cultural de la ciudad. 

Honrando sus orígenes baleares, diseñó para la naciente Agrupación Mallorca su escudo institucional y colaboró activamente en la construcción de su primera sede social en la ribera de la ciudad. 

Otro de sus anhelos dominó, por aquellos años, su vida: la construcción de un anfiteatro natural sobre las barrancas sampedrinas, acompañado de un parque de esculturas al aire libre. Muchos vecinos acompañaron de inmediato el proyecto porque, de algún modo, Pedro hacia soñar al pueblo. Nunca pudo concretarlo. Tal vez, fue una aspiración demasiado genial para las voluntades mezquinas con las que debió lidiar. 

Finalmente, en el año 1983, junto al arquitecto Pradial Gutiérrez, ejecuta el proyecto del Museo de Escultura al Aire Libre en la localidad misionera de Aristóbulo del Valle. Allí emplaza varias de sus obras y las que sus compañeros en las artes le habían donado.

En el año 2012, al celebrarse el centenario de su nacimiento, la Agrupación Mallorca organizó una serie de homenajes que hicieron reavivar los sueños de Perico. Un concurso fotográfico, un certamen literario, una mesa redonda con alumnos y amigos en la Biblioteca Popular, una jornada escolar de arte en la vereda de la Galería Biguá, una disertación histórica del Licenciado Piccagli y una muestra de artistas sampedrinos, sin precedentes, en el salón social de la entidad organizadora.

Aquello fue una fiesta, como las que amaba organizar Pedro. Había quedado pendiente inmortalizar su nombre en una  calle sampedrina, hecho que ocurrió felizmente en julio del año 2018.

Pedro Suñer sobrevive en muchos rincones de la ciudad. En aquel maravilloso mural del primer piso de la Clínica San Pedro. En las mayólicas pintadas a mano con la silueta del biguá en la casona de Pellegrini. En las esculturas que coronan el jardín lateral del Palacio Municipal. En el busto que lo recuerda en el parque de la Agrupación Mallorca. En las obras que conservan sus familiares y amigos. Pero sobre todo, permanece vivo en sus sueños que con el tiempo parecen haberse convertido en utopías.